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Mikel Izal: “De un momento oscuro y malo ha surgido un camino nuevo y un futuro lleno de felicidad”

Mikel Izal

Alejandra Luque

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Como una especie de ave fénix, Mikel Izal (Pamplona, 1982) ha revivido. Hace años que perdió, quién sabe si entre tantos kilómetros a sus espaldas, la ilusión y los nervios que día a día vivían junto a la que fue su banda durante 12 años, Izal. Él y el resto de los componentes del grupo anunciaron a finales de 2022 su separación. Lo que apenas nadie sabía, a excepción del círculo íntimo más reducido del cantante, es que durante meses había estado componiendo canciones que le iban sanando mentalmente.

A principios de enero de 2023, Mikel anunciaba a sus seguidores, que también eran los de su banda, que iniciaba su gira en solitario. Meses después, en diciembre, El miedo y el paraíso salió al mercado en un ejercicio de absoluta desnudez del artista; un álbum que el próximo sábado presentará en el Teatro de la Axerquía.

PREGUNTA (P). ¿Qué te ha dado más miedo: iniciar tu carrera en solitario o componer el himno del centenario del Alavés?

RESPUESTA (R). Ostras (risas). Pues lo del himno del Alavés es un buen ejemplo de ilusión y medio, de paraíso y miedo a partes iguales. Yo me crié en Vitoria desde los ocho o los nueve años hasta los 24. Entonces, la siento como mi casa. Allí tengo a mi familia, mis padres y mi hermana. Creo que lo más grande que puedes componer para una ciudad es el himno de fútbol porque vivimos en una sociedad muy futbolera. Me hizo muchísima ilusión, pero también te digo que pensé: “Madre mía, ¿y ahora qué hago?”. Al fin y al cabo, iba a componer algo para gente que, además, no era mi público, sino toda una ciudad. Y tenía que hacer algo que les reuniera a todos. Fue un reteo muy bonito y acabé contentísimo con la composición. Lo que respiré en el estreno de la canción fue maravilloso porque había gente que no tenía ni idea de quién era yo. Creo que ha gustado y emocionado a gente de Vitoria y con eso me quedo. Puedo decir que es de lo más bonito que he hecho y también de lo más difícil.

P. El himno está lleno de implícitos de toda la historia del equipo. Quizás ha sido eso lo que más ha gustado.

R. Me tuve que empapar de su historia. De hecho, quedé con el club y le pedí que me hiciera un tour por el estadio y que me explicarán hitos significativos. Además, a gente que llevaba 50 años en el equipo le pedí también que me contara cosas. Quería empaparme de lo que supone el Alavés para el aficionado.

P. ¿Eres futbolero?

R. Sí, el fútbol me ha gustado, pero cada vez menos. Me estoy revelando contra la sobreexposición que tiene el fútbol y que cada vez importe menos la sanidad pública, por ejemplo. Aún así, me gusta disfrutar de un partido. Sigo al Alavés y también al Osasuna porque toda mi familia es navarra. El Barça me gustó también durante mucho tiempo porque Messi era un espectáculo, pero al fútbol lo he puesto en un sitio lógico porque he priorizado otras cosas.

P. ¿Cómo fue el inicio de la gira en México?

R. Genial. Quise que la gira empezará allí por hacerle un guiño, ya que quiero que México sea un país importante en esta nueva aventura. El concierto fue muy intenso, como todo lo que sucede en México musicalmente. Ya con Izal estuve varias veces allí, pero quiero llegar a más público mexicano. Son personas muy apasionadas y con mucha energía, por lo que tenía ganas de hacer algo grandote allí. En general, el arranque de la gira no podía haber ido mejor. Estoy agradecidísimo y estoy todo el día diciéndolo (risas) porque no era fácil hacer un nuevo comienzo después de dejar un proyecto como el que fue Izal. Ha sido como empezar de cero, aunque entre comillas, porque es verdad que muchos ingredientes siguen estando en esta nuevo proyecto: yo sigo escribiendo las canciones, por ejemplo. Pero, al fin y al cabo, es un nuevo comienzo. Ha sido la gente la que me ha ido despejando las dudas.

He tirado muchos prejuicios a la basura porque estaba cansado

P. ¿Eres cuadriculado?

R. (Risas) Mucho.

P. ¿Y cómo ha casado eso con dar un giro de 180 grados a tu vida y empezar tu carrera en solitario?

R. Soy un cabeza cuadrada y siempre me gusta tenerlo todo planificado: un plan A, un plan B y si fallan, tener un plan C. Eso me da tranquilidad, aunque al final nunca sucede todo como lo tenías planificado y ocurren cosas que escapan de tu control. Creo que soy un artista extraño. Yo soy ingeniero y tengo una mente científica. Mi padre y mi hermana son ingenieros y yo seguí sus pasos hasta que pensé que no iba a ser un buen ingeniero, que quizás era mejor ser músico.

P. Por ahora, la jugada ha salido bien.

R. Sí, sí. Pero, bueno, hasta eso tuve controlado. Yo llevaba tres o cuatro años trabajando como ingeniero y pensé: “Bueno, voy dejarlo. Voy a utilizar mis ahorros y voy a montar un grupo”. Así fundé Izal. Además, pensé que si en tres años no podía con las facturas, dejo la música y vuelvo a mi trabajo de ingeniero. Mi decisión no fue una locura, lo tenía todo planificado.

P. ¿Tenías miedo de no poder superar las expectativas tras Izal?

R. Bueno, yo no quiero superar esa etapa en cuanto a número, no es ese el espíritu que tengo en esta nueva etapa. Lo que quiero es ser feliz, emocionarme mucho, volver a ilusionarme con cada cosa que haga y no saber lo que va a pasar cuando saque un disco. Quiero, más que nunca, hablar en primera persona para poder contar mi historia a mi manera, y eso es lo que estoy consiguiendo ampliamente. Ahora, para mí, llenar un Wizink Center no es la felicidad. Puedes llenar un espacio como este y estar completamente deprimido y actuar en un garito ante 200 personas y pasártelo increíble. Ahora lo tengo más claro que nunca, aunque también es cierto que todo artista quiere que su trabajo sea reconocido y sentir que la gente se emociona y que les estás aportando algo.

P. ¿El tipo de público que te acompaña ahora es el que también acudía a los conciertos de Izal?

R. Sí, sí. Creo que mucha gente que me conoce viene a los conciertos por todo lo que he compuesto durante los últimos 12 años, ¿no? Pero es verdad que creo que se va sumando más gente. Mira, el año pasado, cuando estrené El Paraíso, me di cuenta que ese tema había superado cualquier barrera estilística y creo que lo escuchó público de todo tipo en España. Las colaboraciones que estoy haciendo también creo que están haciendo mucho, como la que hice con Xina Mora, una gran artista techno que quizá no se me intuía como colaboradora, pero de la que me encantó su forma dulce y oscura de cantar, y así fue como grabamos El Miedo. También está la colaboración que he hecho con Pablo Alborán.

P. ¿Cómo surgió esta última?

R. Pues un día me escribió, sin conocerme apenas, para decirme que le encantaba La Fe, y de ahí ha salido una colaboración de lo más preciosa y de lo más honesta que he hecho en mi vida. Tras escribirme, me invitó a cantar esa canción en un concierto que él iba a dar. Eso es algo que un artista no suele hacer: cantar una canción de otro artista en su concierto. He tirado muchos prejuicios a la basura porque estaba cansado. Ahora no me importa en absoluto de dónde o de qué panorama musical viene un cantante u otro. Si me encantan su sensibilidad, su talento y su música, lo comparto con esa persona. Creo que eso enriquece mucho. Estas son cuestiones que puedo manejar mucho más desde la libertad que te da un proyecto en solitario.

P. ¿Ya has dejado la melancolía a un lado?

R. Es maravilloso acabar un proyecto que ha sido tan bonito. Es como cuando lo dejas con una pareja después de diez años, pero que te ha dado tantísimo, y que lo dejas sin que haya ocurrido nada malo de por medio, sin que la lealtad se haya visto manchada. Soy muy afortunado de haber vivido una etapa como esa y estará para siempre en mi corazón. Antes hablábamos todos los días, como es natural, y ahora es diferente, pero seguimos compartiendo las cosas importantes de la vida. No hay dramas.

Me aburro de todo muy rápido y eso es una bendición y una maldición

P. Y para ti, ¿cuáles son esas cosas importantes?

R. Mi familia, mis amigos y la salud, que uno va ya cumpliendo años (risas). Tengo 41 años y ya estamos sufriendo (risas). Para mí es muy importante pasar tiempo de calidad con la gente que te quiere y que si te hace una crítica, lo hace con amor.

P. Las canciones de este disco las compusiste entre 2021 y 2022. ¿En qué momento te encontrabas entonces?

R. En un etapa personal muy baja. Me pasaron algunas tristezas y estaba muy desencantado y desilusionado en general. Estaba, básicamente, en una etapa de mierda. Las compuse precisamente para evadirme y mantenerme ocupado, pero sin pensar que se iban a convertir en un disco. Y eso fue lo que me salvó. De repente me di cuenta de lo que estaba haciendo y que iba a empezar una aventura nueva, con todo el vértigo y la ilusión que eso supone. Me devolvió mucha ilusión a nivel profesional que necesitaba en ese momento. De un momento oscuro y malo surge un futuro lleno de felicidad y un camino nuevo. Me quedo con esa lectura.

P. Como una especie de catarsis.

R. Sí, sí. Me ha regalado todo lo que estamos hablando ahora, que no es poco, una nueva forma de expresarme, más emocional, más en primera persona, más artística. Puedo divertirme como quiera e intentar emocionar como quiera. Al final, son nuevas sensaciones porque soy un tipo que se aburre de todo muy rápidamente.

P. Eso es peligroso.

R. Muchísimo. Es una bendición y una maldición. Una bendición porque te anima a moverse y a hacer cosas nuevas que te dan alegría, pero una maldición porque yo quería ser feliz, estar a gusto de un lado y no moverme, como si estuviera trabajando como ingeniero. Pero creo que da igual lo que yo haga: siempre voy a estar pensando en qué hacer después.

P. ¿Qué canción te costó más componer?

R. Es que ha sido como una vomitona natural. Las canciones me iban saliendo con todo lo que tenía dentro. No era disco ni siquiera. Fue todo muy fluido y yo acababa de componer Hogar.

P. ¿Qué ola de la vida te ha costado más surfear?

R. La exposición pública, porque no sirvo para ser famoso. No me gusta, no lo disfruto. Por lo general, la gente es cariñosa y con amor se acerca a ti, que eso también hay que ponerlo en valor, pero soy extrañamente tímido. No se me intuye así, pero enseguida me entra la intimidad y si alguien se acerca, me pongo nervioso. A eso me he tenido que ir acostumbrando a marchas forzadas porque fue todo muy rápido: en 2015-2016 no era absolutamente nadie y entre 2017 y 2018 fueron los años de los festivales, de Copacabana, y estalló todo. Yo seguía siendo yo, pero no me encaja nada el hecho de que yo y mis cosas empezaban a interesar a la gente.

P. Un éxito que hay que digerir para que no te arrastre.

R. Pues sí, pero también te digo que hay gente que nace preparada porque ha sido más artista, por ejemplo. Yo, hasta los 24, simplemente estudiaba y hasta los 28 trabajé como ingeniero. O sea, yo no estaba preparado para nada de lo que pasó luego. Tampoco lo había mamado en mi familia.

P. ¿Qué queda de aquel chaval que en 2008 ganó el Certamen de Jóvenes Creadores de la Comunidad de Madrid?

R. (Risas) El pelo, afortunadamente (risas). Tengo los mismos amigos que en aquel momento y la misma familia. Todo sigue igual en muchos aspectos. Quizás soy un Mikel menos inocente pero más desconfiado, pero me veo bastante parecido.

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