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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Cines de verano y sombrero cordobés

Cines de verano y sombrero cordobés

Magdalena Entrenas

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Ahora que nos hemos quedado sin la Cata del Vino y que Córdoba Ciudad de las Ideas ha muerto asfixiada ante la indolencia de algunos -y eso que tenemos las arcas llenas aunque no sea para invertir en nuevas ideas que hagan de Córdoba un sitio culturalmente diferente-, me planteo llorar, o tal vez reivindicar las pocas cosas que nos quedan (¿ nos quedan?) y que son pura esencia.

Créanme, es que estoy preocupada. El Museo Arqueológico desmantelado y sin rumbo … y ¿este verano sin cines de verano? Llevo toda la vida disfrutando de los bocatas a la luz de la luna mientras miro embobada la pantalla. He ido al cine cada noche. Con amigas, con un noviete, con los primos, disfrutando de la magia de las estrellas y esa pantalla llena de sueños ¿Y ahora se acabó?

En aquel tiempo pasado del cine de verano de la Plaza de Toros vi desde a Fu Manchú hasta Siete novias para siete hermanos, pasando por casi todo el cine español de los años 70 y 80. Y lo digo sin arrepentimiento, sino con el orgullo de ser producto de aquello. Creo que por aquella niñez y juventud torneada por el cine en verano (hasta cuando llegábamos a Torre del Mar seguíamos la tradición en el Imperial Cinema), adoro sentarme delante de una pantalla y dejarme ir por la historia que me cuentan. Cuando echó el cierre el cine de la arena del redondel, seguí practicando los mágicos cines escondidos en los barrios más puros de Córdoba. Esos cines con olor a dama de noche en los que a la luz de la luna he tenido el privilegio de ver las últimas películas de estreno.

Y sigo … ¿Será posible que estos cines de verano desaparezcan? Parece que ha habido alguien de la capital, gran empresario del sector cinematográfico, dispuesto a salvar este patrimonio inmaterial nuestro y el pobre ha salido huyendo ¿Será verdad que nadie va a hacer nada? Dicen que este hombre no ha querido ni volver a Córdoba ante la publicación amarillista de cierta prensa ¿Insensatez, o algo más? Sobre lo pernicioso de una prensa sesgada, que publica sin contrastar y solo por colores hablaremos otro día. A lo tonto a lo tonto se cargan hasta el cine de verano.

Córdoba es la simplicidad senequista. Una pared blanca y una ventana, unos geranios, el sonido de los pasos en una calleja, la voz de un poeta, las jaras de la sierra, las mujeres cordobesas, los cines de verano … y el sombrero cordobés.

Así que tan preocupada estoy, que ayer me fui hasta Rusi (¡solo faltaba no poner el nombre de uno de los sitios más auténticos que nos quedan! ) y le dije a Mario Roldán “quiero un sombrero cordobés”. En la conversación aprendí que ese sombrero es solo patrimonio nuestro; que don Álvaro Domecq vino a hacerse uno y como tenía “la carita estrecha” se lo hicieron con el ala menos ancha y la copa más baja y que fue tal el éxito de su sombrero cordobés en Jerez, que lo puso allí de moda. Ese “formato” del nuestro lo adoptaron como propio los jerezanos … y de allí a Sevilla. Ahí lo dejo.

“Quiero el nuestro, el que le hacíais a Julio Romero, ese que desde la portada sepan que soy y vengo de Córdoba”. Cogió una vara muy larga, la subió y bajó con destreza una caja. Apareció ante mis ojos la Córdoba negra y profunda. Con esmero y mientras sus manos me lo colocaba, dijo: “el barboquejo hacia dentro y para ti cargado a la izquierda, muy levemente”.

Perder las esencias de Córdoba es perder la historia y hasta la vida. No lo consientan.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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