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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

Alfonso Alba

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

A ojos de un adolescente de los años noventa y un joven de principios de siglo, la Feria de Córdoba era una exageración. Una interminable portada de tres torres daba paso a una hilera de casetas que no se acababa. Costaba recorrer las calles principales y llegar al final, a las casetas municipal o de la juventud, donde escuchar a Rosendo se hacía imposible por una acústica atroz.

Quizás era el signo de los tiempos previos al estallido del ladrillo, en los que atábamos a los perros con longanizas, pero las casi 200 casetas de la Feria de Córdoba eran poco que una megalópolis imposible de recorrer al completo en todos los días. Las de las facultades, con escasa decoración y muchas barras, se poblaban de estudiantes que en esa época del año ya hacían botellón, pero raramente en la Feria.

La nostalgia es muy traicionera y aquellas celebraciones tenían muchísimos defectos, también. Recuerdo, por ejemplo, la inseguridad, ver a un paisano apuñalado nada más pisar la caseta de la juventud, y una multitud de peleas que eran mucho más frecuentes que ahora, por mucho que se cuenten y difundan a través de las redes sociales y aquello parezca el salvaje oeste. Al contrario, la Feria de ahora es mucho más segura, está más limpia, el río más protegido y, creo, que todo está bastante más ordenado. Pero la esencia ha cambiado mucho.